Etiquetas

miércoles, 2 de abril de 2014

Correr.

La fina lluvia mojaba todo a su alrededor. El cielo encapotado apenas dejaba traslucir la tenue luz de aquella luna llena que había sido su lucero hasta llegar allí aquella noche. Sus pasos levantaban el rumor de un húmedo chapoteo mientras que más allá de la cortina de agua no se podía oír nada. Un oído común y corriente no podía oír nada. Pero claro, el suyo no era un oído común y corriente.
El ritmo de sus pasos era un eco del goteo en los charcos. Pese a la violencia que podía liberar en ciertos momentos, en ese instante en concreto procuraba levantar el mínimo rumor posible. Dada la velocidad, todo a su paso quedaba relegado a meras manchas borrosas que desaparecían a ambos lados. En frente, la oscuridad lo anegaba todo. La única guía que tenía era el débil ruido que deambulaba en la frenética estampida del viento contra sus sentidos. Estaba calado hasta los huesos, y nunca mejor dicho. La herida del costado le producía un delirio constante, puesto que no se podía sanar correctamente si no dejaba de correr.
Pero dejar de correr por una herida, por grave que fuese, era como dejar la vida por intentar seguir vivo.
La situación se había visto comprometida por su culpa. Por la culpa de ese individuo. Por culpa de su mala suerte, por culpa del mundo entero y de su arrogante ansia de poder. Y por culpa de ella. Si ella no hubiera estado allí en ese preciso instante…

Sacudió la cabeza y desde su pelo, un mar emergió como un tsunami contra la negra noche. Apartó cualquier pensamiento que pudiera desviar su atención de lo único importante en aquel momento. Correr. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario