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viernes, 24 de febrero de 2012

El club de los "The".


Me he dado cuenta de que últimamente todos los grupos que escucho comienzan con un "The".
Todos ellos son de Rock, o Rock-indie. Me gusta ese tipo de música:


The Strokes: Según los críticos, esta banda tiene mucha influencia setentera. Tocan Rock-indie y empezaron en 1998, aunque su primer disco no salió hasta 2001.


Tienen canciones muy variadas, tanto muy rockeras, como muy indie. El vocalista Julian Casablancas, fue enviado a Suiza, según dicen por mala conducta. Allí conoció a uno de los guitarristas, y al cabo de un tiempo formaron la banda. Me gusta decir que el estilo me suena a pasotismo, dado el deje que hay en la voz de Julian en algunas canciones, los videoclips... etc...
Aquí os dejo la canción que más me gusta del grupo, espero que la disfrutéis:

The bravery: Es un grupo de rock alternativo. Los encontré gracias a la banda sonora de la película: "La saga crepúsculo: Eclipse" en la que ponían su canción titulada "Ours". Comenzaron en 2003, fecha desde la cual han publicado tres albumes. Me gustan algunas de sus canciones, más que nada porque me identifico con la letra, y porque es rock.
Aquí os dejo una:

The runaways: Compuesto solo por chicas adolescentes, entre las que se encontraba Joan Jett. Sus orígenes se sitúan antes de 1975, y son algo oscuros, ya que algunos dicen que fueron producto de una intención comercial, a manos del productor Kim Fowley. No obstante, la filosofía de todas sus integrantes fue siempre el rock and roll. Me gusta más por la melodía. Me gustan las guitarras eléctricas, y en este tipo de grupos es en las que más se oyen. Por otra parte, me gustan las voces de sus vocalistas: Cherie Currie y Joan Jett.

Aquí os dejo una de sus canciones:


The hives: Este es el último de los "the" y es el primero que encontré. Escuche su canción "tick tick boom" en un anuncio de televisión y me encantó. Su estilo se llama "garage rock", se caracteriza porque el sonido de las guitarras no está bien definido. Me ecanta por su energía y sus voces... me incitan a hacer el loco.
Aquí os dejo "tick tick boom", por problemas técnicos, solo os puedo dejar el enlace, pero ya os digo que merece la pena verlo:
http://www.youtube.com/watch?v=1M02bAWDFkI&feature=BFa&list=AVGxdCwVVULXdtSNEOOE4-wp5tXcwZmP-w&lf=list_related

jueves, 23 de febrero de 2012


El elfo. Principio del prólogo.


El sol iluminaba el claro desde un ángulo muy agudo. Todo estaba perdido de sangre, y el olor a putrefacción inundó sus orificios nasales. El sudor, frío en contraste con la alta temperatura de su cuerpo, resbalaba por la frente y la espalda, dejando un brillante río morado marcado sobre la oscura piel de aquel individuo. Tenía los brazos ensangrentados. Cortes y pequeñas brechas llenaban el mapa de su piel. Le temblaban las rodillas... Casi no podía mantenerse en pié.

Habían pasado varias horas desde que llegó allí. Se encontró con mucho más de lo que pensaba. Más de una centena de hombres le estaban esperando. Con armaduras doradas y espadas de planta, esos hombres tenían un firme objetivo. Tenían una misión, y no debían fallar. Si ellos caían, si fracasaban, todo el equilibrio logrado tras años de duro trabajo, represiones y enfrentamientos se vería puesto en un aprieto. No obstante, él tenía su propósito aun más asumido que ellos. Había traicionado a su estirpe; había mentido a sus seres más allegados; había sufrido más que cualquiera de los de su especie; había arriesgado todo por "ese" propósito. No podía fallar ahora. No podía rendirse. Nadie podría pararlo. Su determinación, de ser palpable, habría hecho retroceder a todos aquellos hombres que lo miraban entre perplejos y desafiantes. En sus mentes no cabía pensar que un solo hombre pudiera estar dispuesto a enfrentarse al ejército que allí habían reunido. Sin embargo, su determinación no era palpable, y ellos no pudieron intuir lo que se les avecinaba...

martes, 21 de febrero de 2012

Bueno gente. A publicar.

El otro día me entero gracias a face* que Trudi Canavan ya había sacado la precuela de la que pude ser su trilogía más famosa: "Crónicas del mago negro". "La Maga" se publicó en el año 2009 en inglés. Y no fue hasta el 9 de este mes cuando por fin llegó a España.

Se supone que está ambientada siglos antes de la historia misma de Sonea, la protagonista de las crónicas. En este nuevo título, ocurren los impactantes sucesos que dejan el país de la muchacha en el estado en el que nos lo describe Trudi en la trilogía... unas relaciones tensas con el país vecino; temor por lo que los miembros del gremio denominan "magia negra"...

No hay más que agregar. Una nueva historia que nos dejará más claro algunos hechos de la trilogía, al que la hayamos leído; y, por otro lado, que encantará a aquellos que les guste la literatura fantástica, dejándoles con las ganas de poder continuar con "Las crónicas del mago negro".




domingo, 19 de febrero de 2012

Cuento breve:  "La primera batalla"



El ruido era tan estridente que no podría oír a un gato maullar a mis pies. El sol pegaba fuerte en lo más alto del cielo, abrasando la piel de aquel que se atreviera a posarse bajo sus rayos, que en ése momento éramos todos. Mirara adonde mirara solo se veían destellos, producto de los reflejos del sol en las armaduras, espadas, escudos, lanzas, flechas, hachas… De todas las batallas que había presenciado en mi vida, esa era la que más estaba sufriendo. Me encontraba en medio de una contienda letal, el lugar menos apropiado para alguien que ama a la vida tanto como lo hago.
Empezábamos a ceder terreno, pronto se declararía la retirada, y eso haría que el enemigo se creciera y, finalmente, nos derrotara por completo, y no podíamos consentirlo, puesto que en esta batalla se sorteaba nuestro destino y el de los nuestros. Era tan imprescindible esta victoria que de perder, tendríamos que huir a otra tierra, eso en caso de que nos diera tiempo a escapar. Los Thures eran famosos por su gran capacidad para cazar a sus enemigos, cuando éstos se daban a la fuga, pero en batalla cuerpo a cuerpo eran lentos, torpes y débiles, sin embargo, su número era casi el triple que el nuestro, se reproducen como ratas, son apestosos, y eso también juega a su favor en un día como ese, puesto que el pudor era insoportable. Su líder es desconocido por todos nosotros, los hombres y mujeres del norte. A pesar de ello, en el sur sí lo conocen, y nos dirigíamos allí para unir fuerzas con los habitantes de esa zona, cuando por sorpresa nos cortaron el paso.


No lo había visto desde que nos atacaron por el este, nos habíamos separado y no tenía ni idea de donde podría estar. Lo estaba pasando muy mal, nunca había luchado bajo estas condiciones ambientales, y me estaba que dando sin fuerzas, no había un solo árbol en todo el valle, hacía mucho que se desecó el río y, desde entonces, habían ido desapareciendo poco a poco hasta que no quedó ni uno. Y por si fuera poco, los carros con las provisiones habían sido destruidos, “como ellos no necesitan comer en dos o tres días…”, pensé. La cosa iba mal y yo no daba con él. Decidí moverme hacia el lado este, en contra de la corriente de thures que se nos venían encima. Con mi espada en la mano y la lanza en la otra, me adentré en el mar de bestias que nos empujaban. Fienir estaba por detrás de mí, y con un silbido le indiqué que me siguiera, me era necesario un pequeño apoyo para atravesarlos. Fue arduo y muy temerario, y además nos costó muchísimo llegar al vado del este. Pero no podía seguir sin saber nada de él. Y sin embargo, tras el esfuerzo, ninguno de los nuestros recordaba haberle visto desde que pasó la mitad de la mañana. Empezaba a preocuparme. A preocuparme por si estaba bien, a preocuparme por si no lo volvería a ver, a preocuparme por nuestra suerte, a preocuparme por la suerte de los nuestros, a preocuparme por… Cuando me di cuenta no pude creerlo. A lo lejos, en el horizonte atravesado por una cresta abrupta, peligrosa y muy escarpada, puede vislumbrar una figura demasiado familiar que se movía ágilmente, dando saltos entre rocas y rocas, dejándose caer para llegar a otras superficies y que de vez en cuando desaparecía detrás de algún peñasco. Lo que realmente me preocupaba es que llevaba detrás de sí una ristra de enemigos que le pisaban los talones. No dudé un segundo, giré en torno a mí misma y, fijándome en todo lo que veía, pude encontrar lo que buscaba. Me costó varios minutos llegar, abriéndome paso a través de los enemigos, adonde estaban unos de nuestros mejores arqueros. Los liberé de sus combatientes junto con Fienir, y les pedí que me siguieran hasta donde me dirigía.
Tras una dura lucha a favor de la misma corriente que antes se interponía en mi camino, conseguí llegar al lado de un despunte del terreno, constituido por varias rocas del tamaño de caballos, apiladas por la naturaleza unas junto a otras elevándose sobre el nivel del resto del valle; ese era el mejor lugar desde el cual podríamos disparar a sus perseguidores. Tras indicarles el objetivo, pedí a Fienir que les ayudara y, justo después, me dirigí yo misma hacia aquella cresta.


Logré enfilar la cresta más escarpada con el fin de conseguir una buena posición desde donde poder distinguir mi objetivo. Mi intención era encontrar a su líder. El terreno era muy abrupto, tan inclinado que si me descuidaba tan solo un segundo caería sobre un lecho de rocas tan afiladas que podrían dejarme hecho picadillo. Todavía no había empezado a trepar, cuando me percaté de unos murmullos por encima del estruendo de la batalla. Al girarme, me di cuenta de que me perseguían unos pocos de esos horrendos bichos; ¿sabrían a dónde me dirigía o se movían por el instinto de caza del que ya hablé? No sabíamos mucho del enemigo, y menos si eran inteligentes como para poder llegar a suponer lo primero, pero si era lo segundo, si realmente querían darme caza movidos por su naturaleza, estaba muy jodido. Tuve que acelerar el paso en la medida de lo posible, no se me daba mal lo de escalar y trepar, y el aliciente de salvar el pellejo era todo un estimulante, aún así ese terreno era odioso. Había piedras sueltas, muchas de ellas afiladas, partes tan abruptas que si hubiera soplado un poco de viento me habría tumbado, mas ese día ni el viento soplaba. Fue la peor escalada de mi vida. De vez en cuando oía, cada vez mejor, los gruñidos de esas bestias que me perseguían, cuando se resbalaban. La batalla se estaba quedando muy abajo y yo tenía todavía un largo camino, aún así, intenté observar cada poco para ver si veía algo que me interesara. Pero la mayor parte de mi cabeza estaba ahora en mis pies, que serían los responsables de que yo siguiera con vida o no.
Tras varios minutos, logré llegar a un buen saliente y, además, con bastante anticipación respecto a los thures que me seguían. Vi un recodo en el que me podría ocultar y así lo hice. Un momento más tarde llegaron allí. Puede oírlos hablar, si es que hablan, en gruñidos, supongo que discrepando sobre adónde habría ido. Eran seis, asquerosos, voluminosos, llevaban consigo un pudor tan pestilente que cuando llegó a mí casi me desmayo, evitando ser descubierto al sujetarme a unas rocas. Siguieron bramando durante varios minutos, hasta que un par de ellos se acercaron demasiado hacia el recoveco donde me encontraba. Sin pensármelo dos veces, estiré mi brazo un poco, con mi mano derecha señalándolos, hice aparecer mi espada, más ancha que una pierna y lo suficiente larga para propinarles el empujón necesario para que cayeran al precipicio. Los otros cuatro se percataron de mi presencia tan pronto como apareció Taheo-mi espada-, y tras encargarme de los dos que tenía más cerca, fui a por ellos. Después de esquivar un par de estocadas conseguí abatir a dos de ellos. La lucha fue más duradera con los restantes y, gracias al sol que brillaba tan intensamente, logré atisbar un destello a mi espalda por el que supe que había más de ellos detrás de mí. Se acercaban a paso ligero, así que me liberé del último thure y escapé como pude.
La situación había empeorado y estaba en serios problemas, corriendo sin mirar atrás y apretando el paso cada vez que podía. Arriesgué en varios saltos y pude ganar algo de ventaja. Ya a lo lejos podía ver el final de la cresta. Salté a una roca que había a mi derecha, trepé por una hilera de pequeñas rocas y de un salto me coloqué en lo que podría llamarse la recta final. Para cuando llegué a la terminación del penacho me giré e hice frente a lo que me perseguía. Eran muchos más que antes y el espacio reducido y a mi espalda, un gran precipicio. Casi automáticamente, sin tener que pensarlo, Taheo apareció y me preparé para la lucha. Venían hacia mí dando saltos tanto o más ligeros que los míos, de forma semiautomática, como si estuviera en su naturaleza correr por terrenos similares a ésos. Los que iban delante se estaban alterando, debido a que estaban cada vez más cerca de mí. No me quedó otra alternativa que salir a su encuentro, pues si los esperaba allí mismo corría el riesgo de caer al abismo. Cuando me di cuenta, ya los tenía encima.


Los pulmones me ardían, sentía un escozor incandescente en mi garganta, tenía los músculos de las piernas entumecidos y los brazos llenos de arañazos. El sudor cayendo por mi frente me cegaba cada dos por tres y cada vez había más condensación de personas y monstruos. Ya había perdido la lanza, así que hice aparecer mi segunda espada y estocada tras estocada me habría paso hacia mi objetivo. Justamente cuando alcé la cabeza para situarlo, vi como las flechas de los arqueros derribaban a unos pocos thures que empezaban a llegar a donde se encontraba él, que se defendía como podía en lo alto del penacho, al borde del abismo. Esta situación revivió mis ansias por llegar hasta él, así que tome fuerzas de la nada y continué cargando con más braveza que nunca contra aquellos que amenazaban nuestra paz.
Conseguí llegar a un punto más claro que el resto del terreno. Y desde ahí comencé a trepar verticalmente hasta la cima de la cresta. Así sería un blanco fácil para los arqueros enemigos, si los hubiera, pues si algo teníamos a nuestro favor era que habíamos acabado con los arqueros desde el principio debido a nuestra supremacía y letalidad en el ataque de largo alcance. Aun así, me costaba mucho seguir hacia arriba. Cada vez la subida era más adusta, no pensaba con claridad suficiente en mis movimientos y en más de una ocasión me llevé algún susto. El sudor me resbalaba por la cara y, en las manos, hacía que me resultara más difícil sujetarme con seguridad. Para cuando llevaba medio tramo, ya me había quitado la cota de malla que recubría mis piernas en un resalto sobre el que pude apoyarme, y la capa se me había desgajado. Tuve tiempo incluso para mirar hacia atrás y observé cómo seguían comiéndonos terreno. Nuestras tropas, cada vez más replegadas, empezaban a flaquear en fuerzas, y la resistencia estaba cediendo desde hacía ya mucho. No teníamos mucha esperanza. Agité la cabeza rápidamente para sacudirme esos pensamientos y me centré en mi escalada otra vez, ya me quedaba muy poco para llegar arriba.
Al alcanzar la cima de la cresta y, tras tomar una gran bocanada de aire, miré a mí alrededor y me quede perpleja. No había nada allí arriba, ni espadas, ni cuerpos, ni señales de batalla alguna. Los pensamientos empezaron a acumulárseme en la cabeza, todos de golpe, y me asusté de mí misma. Tenía miedo, miedo de todo. Pero como una luz en medio de la oscuridad, un reflejo captó mi atención. Al observar más detenidamente vi, tras unas rocas, unas espadas tiradas por el suelo y manchadas de sangre. Corrí hacia ellas y fue entonces cuando oí los ruidos provocados por el choque de las espadas. Miré hacia abajo y sobre una piedra extensa, cerca del final de la cresta, estaba él. Diez thures le presionaban, empujándolo cada vez más hacia el abismo. No tenía escapatoria y pronto caería si nada cambiaba la situación. Me armé de valor y, dando un salto decidido hacía las rocas, hice aparecer mis armas. Lo salvaría o moriría en el intento.
Caí tan cerca de uno de los monstruos que casi me desplomo debido a su pudor. Hice de tripas corazón, lo ensarté por la espalda, me liberé del cuerpo moribundo y encaré a otro. Para entonces ya tenía a varios pendientes de mí, lo que a él le daba un respiro. A partir de ese momento empezamos una lucha sangrienta, en la que estaba en juego mucho más de lo que yo pensaba.


Mis piernas, tan ateridas como estaban, ya no podían sostenerme. Mis brazos, débiles por el cansancio, comenzaban a ceder frente a sus golpes. Estaba rodeado, delante tenía a diez engendros sedientos de muerte; detrás, una caída libre que asustaría hasta al más valeroso caballero de la estirpe del rey. Intentaban presionarme para que cayera, esa había sido su estrategia desde el principio o, al menos, eso parecía. Comenzaron a atacarme tan pronto como me tuvieron al alcance. Tras acabar con una tercera parte de ellos poco a poco habían conseguido que retrocediera hasta tenerme entre la espada y el abismo. Al parecer, ellos no estaban tan cansados como yo, y podía notarlo en su cara, si es que se les podía decir así. Me miraban desde unos ojos rojos, endemoniados, en los que se percibía el mal en sí mismo. Eran criaturas casi desconocidas para nosotros desde que llegaron a nuestra tierra, momento en el que empezaron a atacar desordenadamente a algunos pueblos. Nos habían ido atemorizando y habían conseguido ponerles la piel de gallina a los gobernadores de la mayoría de aldeas. Decididos a acabar con ellos, se convocó un consejo extraordinario, en el que decidieron ir a la guerra, pero antes de que terminara dicha reunión, un mensajero del sur llegó, y tras advertirles de la disposición del sur a colaborar, decidieron que marcharíamos allí. Así que aquí nos tenéis, luchando tras ser emboscados, perdiendo casi desde el principio por inferioridad numérica y, para entonces, al filo de la muerte.
Todo parecía perdido, la desesperanza se empezaba a hacer presente entre los hombres y mujeres del norte y yo, solo en una cresta, batiéndome contra diez thures, estaba a punto de rendirme. Y en esa situación llegó a mi cabeza su imagen, tan clara como si la estuviera viendo en persona. Su piel blanca como la nieve recién caída de una nevada suave, sus cabellos castaños, lisos y deslumbrantes, toda ella frente a mí, cautivándome como la primera vez. Sentía un dolor profundo en el pecho que me hería hasta el alma, no la volvería a ver. No quería aceptarlo, pero estaba perdido. Iba a morir tarde o temprano y sería decepcionante para mis hombres, que tanto me había costado animar para la batalla, a los que tanto apreciaba. Mis guerreros y guerreras, tan valientes o incluso más que su capitán, y éste iba a morir por una caída vertiginosa. Y ellos lo harían casi sin duda, más tarde o más temprano. Todo estaba perdido. Habíamos sido unos ilusos al pensar que podríamos con ellos. Incluso con ayuda de los sureños, a un ejército tan numeroso es muy difícil vencerle.
Los brazos no aguantarían una sola estocada más, mis piernas flaquearon y, justo tras evitar un golpe certero, resbalé. Fue entonces que todo pareció cobrar sentido de nuevo. Como un ángel, apareció de la nada, cayó detrás de ellos y acabó con uno antes de que me diera tiempo a pensar en dónde me agarraría. Fue tal la alegría que brotó de mi interior, que las fuerzas resurgieron como resurge la naturaleza tras el invierno, solo que millones de veces más rápido. Me sentía vivo después de todo, y comencé a luchar como nunca hasta entonces.
Nos llevó largo rato acabar con todos ellos, pero juntos éramos prácticamente invencibles, al menos por tan pocos rivales. De vez en cuando, durante algunos giros, o tras bloquear algunas estocadas, nuestras miradas se encontraban, y sus ojos brillaban tanto o más que el sol, en lo alto de la bóveda celeste, incandescente y abrasador. Me inspiraban confianza y expresaban la alegría que sentía de volver a verme, tanta como la mía. Pronto llegó la hora del sufrimiento tras esa pausa, si así se puede nombrar, que reparó mis fuerzas y diezmó mi desesperanza. Una vez que acabamos con ellos no tuvimos tiempo ni siquiera para dedicarnos una palabra. Sonó un cuerno en lo bajo del valle, cuyo reclamo llegó hasta nuestros oídos e hizo temblar hasta nuestros huesos. Era el sonido de la derrota. Era el toque de retirada.                                                                              

No podía creerlo, tras tanto tiempo resistiendo mi cabeza no daba crédito a lo que había escuchado, a lo que todavía resonaba dentro de mi mente. Habíamos perdido. Todo por lo que habíamos luchado estaría ahora a su merced. No podía seguir allí arriba, tenía que bajar a como diera lugar, y cuanto antes. Me giré, y contemplé el rostro de aquella persona que más se había resistido a perecer. De la persona que había logrado que el pueblo siguiera la causa, que todos estuviéramos unidos en el peor de los momentos de nuestra historia. El hombre que más perjudicado saldría por esto. Sus rasgos expresaban la derrota. La luz del sol iluminaba un rostro oscurecido por la pena. Hacía que sus arrugas fugaces por su expresión fueran aun más profundas. Le brillaba la piel castaña, sobre la que comenzaron a aparecer sombras. Al mismo tiempo me percaté de que la luz del sol en mi cara también desaparecía de forma intermitente. Levantó la cabeza hacía el cielo, y yo hice lo contrario. Observé el campo de la batalla, surcado por sombras inmensas. Todos dirigieron la mirada hacia el cielo, y yo los imité, no antes de volver a mirarlo a él, cuyas facciones se había tornado de alegría. No comprendí lo que pasaba hasta que no contemplé el cielo. En un mar azul, sin nubes, y con el sol culminando en lo más alto, navegaban unos animales inmensos, ligeros como las plumas, recubiertos de un metal que de vez en cuando proyectaba los rayos del sol sobre nuestras caras. Entonces lo comprendí.
No habíamos perdido. Todo estaba aún por decidirse. Llegaron los refuerzos de mano de los dragones, bajo el mando de un viejo amigo de mi familia al que él conocía muy bien. Vhalen nos había encontrado y con él traía a todo un ejército de dragones alados, sus bestias favoritas; unos animales formidables. Pronto descendieron por el oeste, y comenzaron su devastadora acometida. Todo parecía cambiar de sentido. Nuestros hombres, abajo, saltaban y vitoreaban. Bautizaron a su salvador como Vhalen, “Alado del Oeste” y comenzaron a gritar su nuevo apodo a la par que iniciaron una embestida letal desde el lado oeste, dejando al enemigo entre unas bestias furiosas y unos hombres rabiosos.
Y él seguía a mi lado. Me giré y, posándole una mano el la mejilla, torné su rostro hacía mí. Me dedicó una mirada que jamás olvidaré, por lo cargada de significado que estaba, por lo inmensamente gratificante que fue. Abrí la boca lentamente, y de ella surgió un susurro en medio de la fogosidad de nuestros compatriotas: “Mithroln”.


Me giró la cara en medio del momento más feliz de mi vida, aunque no sería el último. Susurró mi nombre en medio del bullicio que formaron nuestros amigos, familiares y compañeros. Sentí la misma conmoción que ella y no tuve más que añadir, con un susurro, su nombre: Elizabeth.

Nos acercamos poco a poco y nos besamos con la mayor pasión y euforia hasta el momento. Ese momento que significó el comienzo de la libertad para muchos de nosotros.

Ya se que no es nada nuevo, pero es la primera crítica que hice a un libro. Además, a un libro muy importante para mí. Así que he decidido estrenar el blog con ella. 


Critica a "Harry Potter y Las Reliquias de la Muerte".



Salamandra. 2008. Título original: Harry Potter and the Deathly Hollows. Traducción: Gemma Rovira Ortega. 636 páginas.


Lanzado a la venta el 21 de Junio de 2007 en Reino Unido u Estados Unidos, batió el record de ventas, con 11 millones de copias en su primer día, convirtiéndose en el libro más rápidamente agotado de todos los tiempos. La saga se editó, en un principio, dirigida al público infantil, pero ha gustado a todos, siendo leído por adultos, jóvenes y niños, recibiendo premios del estilo Premio Whitbread de Libro Infantil, otorgado en el año 2000 al tercer libro de la saga, Harry Potter y el prisionero de Azkaban, o el premio al Mejor Libro del año2006, concedido en este caso al sexto libro, Harry Potter y el misterio del príncipe.

La autora de este fantástico mundo de magia, Joanne Rowling, que escribe bajo el seudónimo de J. K. Rowling y que llegó a la fama por escribir la serie de libros de Harry Potter, es igualmente famosa por haber pasado de ser humilde a ser multimillonaria en sólo cinco años. Ha recibido varios títulos honoríficos de varias universidades, y en 2008, le fue otorgada en Francia, a manos del presidente Nicolás Sarkozy, la insignia de caballero de la Legión de Honor.

En este último libro de la saga, se descubren a bastantes personajes necesarios para completar el contenido de la novela, al igual que se destacan complots entre personajes como “Severus Snape”, de quien no se esperaban las acciones que en este libro se narran. También se resucita al Ejército de Dumbledore, creado en el quinto curso en la escuela de Magia y Hechicería, Howarts, que coincide con el quinto libro. Se rompe totalmente el esquema seguido por Rowling hasta esta entrega, en el cual, aunque la historia vuelve a comenzar en la casa de los Dursley, no continua desarrollándose en el castillo. Aún así, este lugar representa un punto clave en la historia, pues se convierte en el “centro de operaciones” de los “malos” y, sobre todo, en él se desarrolla la esperada batalla entre Harry y Lord Voldemort.

También juegan un papel importante Ron y Hermione, ya que ambos constituyen el principal punto de apoyo para Harry, tras la dolorosa muerte del director de Howarts, Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore, el cual les dejó a los tres varios objetos que resultaran ser cruciales tanto en los planes que llevan a cabo los jóvenes –ya que sin ellos no habrían llegado hasta las reliquias ( ni obtenido ninguna de ellas)-, como en los de “El-que-no-debe-ser-nombrado”, que esta encaprichado de la Varita de Saúco, La Vara Letal, aquélla que, según nos cuenta Rowling a través de sus personajes, es invencible y sobre la cual deposita Voldemort todas sus esperanzas de acabar con Harry. Pero, al final, seguro de poseerla, se da cuenta de varios hechos que excitadamente le desvela Harry cuando están cara a cara, quien no las habría comprendido sin haber hablado con ciertas personas, como Xenophilus Lovewood, o el fabricante de varitas, el señor Ollivander.

En esta ocasión, la misión de los tres amigos es encontrar, reunir y destruir los Horrocruxes que creó Voldemort y que le mantienen atado a la vida a pesar de que muera físicamente. Para ello, emprenden un continuo viaje, durante el cual visitaran lugares conocidos en anteriores novelas, como el banco de Gringotts, para el cual se han ido preparando a lo largo del anterior curso, expuestos a graves peligros, no sólo a causa de ser perseguidos continuamente por mortífagos, también son originados por otras dificultades que les harán más difícil llevar a cabo su misión.

De los nuevos personajes que aparecen –no todos de forma activa, puesto que a algunos de ellos sólo se les resucita en adulaciones históricas que se narran durante la novela. Entre éstos, aparece un amigo de juventud de Dumbledore, Grindelwald, que, a su vez, se convirtió en una amenaza tanto para la comunidad mágica como para la muggle o no mágica. Además, se alude a toda la familia del director, pero Aberforth, el hermano menor, aparece de forma activa, prestando ayuda a los jóvenes magos para entrar en el castillo.

Esta última entrega de Harry Potter se me ha hecho fácil de leer, ya que soy un fanático de esta saga, aunque admito que hay tramos pesados, pero en general, entre la satisfacción que da comprender cosas tratadas en libros anteriores gracias a las aclaraciones expresadas en este volumen y el fanatismo que tengo por al novela, la lectura de este libro se ha convertido en un agradable pasatiempo.

Este libro le puede gustar a cualquiera de los seguidores de la saga, aunque en Internet circulan afirmaciones de que es pésimo, y a otros les ha decepcionado, según dicen en blogs y foros. Por mi parte, eso es imposible. Además, recomiendo a algún atrevido o atrevida se aventurase a leerlo sin haber hecho antes lo propio con el volumen precedente a este que no lo haga, pues resulta más gratificante si conoces la historia desde un principio, aunque claro, siempre esta la opción de ver la película, pero no es tan bonito, y se saltan cosas, a su punto de vista no importantes, pero curiosas e interesantes.   
Muy buenas tardes a todos. Soy un chico de 19 años, casi, que quiere dar al mundo su opinión sobre temas culturales. Sobre todo respecto a la lectura, al cine, y a algo de música.
Sé que en esta era de la información, en la que este internet juega un papel esencial, muchos estaréis hartos de ver web, blogs y demás en los que se hacen reseñas de películas, libros, etc... Pero bueno. En la edad media estaría hartos de ver caballeros andantes, o juglares. En la edad de hielo estarían hartos de ver a tipos que vendían las mejores pieles... Lo que quiero decir es que en cada época, lo que toca. Y en esta... pues bueno, el mundo de la cultura se está sobrestimando a la vez que menospreciando. Todo el mundo va al cine... todo el mundo lee, todo el mundo escucha música...

Hay una sobreexposición. Que no digo que esté mal, pero se puede acabar perdiendo el "buen gusto" por todos estos temas..

Con  mucho que poner por delante. Aquí os dejo una pequeña introducción a este blog que espero sea útil a much@s...

Saludos!